A diferencia de las hormonas, que afectan solo al animal que las produce internamente, las
feromonas actúan sobre otros miembros de la misma especie. En la comunicación del reino
animal, existen muchas formas de interactuación para comunicarse con otros miembros de una misma
especie. Las
feromonas
científicamente hablando, son señales químicas secretadas por un individuo y que solo pueden ser
interceptadas por otros individuos de la misma especie. Desde seres unicelulares como la ameba
dictyostelium, hasta otros seres mucho más complejos como los elefantes pueden ser capaces de
emitir y recibir estos estímulos.
No es nueva la idea que determinados organismos tengan una comunicación química
entre sí; Charles Darwin ya afirmó en 1871 en su libro «The descent of man, and selection in
relation to sex», que en el reino animal, para elegir a la pareja sexual intervienen: la vista,
el oído y ciertos «mensajes químicos». Y en la antigua Grecia mencionaban la extraña forma con que
las perras en celo atraían a los machos desde distancias muy lejanas. Las feromonas, químicamente,
pertenecen a diferentes grupos de compuestos: ácidos orgánicos, proteínas, aminoácidos, alcoholes,
lípidos, etc. Las feromonas se dividen funcionalmente en dos grupos:
Feromonas liberadoras
Las feromonas liberadoras producen cambios rápidos y reversibles en el receptor,
crean modelos concretos de conducta, sirven para atraer sexualmente al receptor, para marcar el
territorio, para seguir rastros, provocan una reacción de alarma y que los individuos se disgreguen
o se junten según sea la señal recibida.
Feromonas iniciadoras
Las feromonas iniciadoras disparan una serie de cambios fisiológicos en el
receptor, que pueden modificar la actividad endocrina, la cual está relacionada con el crecimiento,
y la madurez sexual. La principal función de las feromonas iniciadoras es dejar constancia química
de que un determinado individuo está preparado para la cópula, o muy pronto ha de estarlo, así los
individuos del sexo opuesto de la misma especie detectan estas sustancias captando el mensaje y
actuando en consecuencia.
Parece ser que recientemente, la ciencia ha sintetizado en el laboratorio las
feromonas humanas y ciertas empresas comercializan
perfumes afrodisíacos
que se basan en un concentrado de estas sustancias que flotan como señuelos invisibles, agazapados
en el aire, esperando a entrar clandestinamente en el torrente sensorial de cualquier insensato/a
que pase por allí. Realmente hay todo tipo de comentarios referentes a los perfumes
afrodisíacos, unos comentarios son favorables y otros sostienen que solo se trata de un embuste
para sacarnos el dinero. ¿Estos novedosos productos funcionan porque sus componentes realizan bien
su trabajo?, o ¿por el simple hecho de que al impregnarse con ellos, aumentamos la predisposición
para ser más atrevidos y por lo tanto aumentar el porcentaje de éxito? Aquí encontraremos muchas
respuestas contradictorias; como la misma vida.
Siempre se ha especulado sobre la veracidad científica de las feromonas, veamos
lo último que la ciencia dice sobre ellas: según un artículo reciente publicado por la prestigiosa
revista American Journal of Reproductive Immunology; nos advierte de que nos vayamos
olvidando de químicas, perfumes,
pócimas,
pringosos ungüentos y demás potingues, ya que lo que activa nuestro interés sexual en otra persona
es una cuestión genética de compatibilidades. Todo esto parte de un estudio desarrollado en el
laboratorio de análisis genéticos del hospital Beinlinson, de la localidad de Petaj Tikva en
Israel, por parte de los doctores Tirza Klein y Moshé Israeli, que afirman tras este estudio que
las personas que se sienten atraídas comparten marcadores genéticos.
Estimados lectores, saquen ustedes sus propias conclusiones, pero lo que está
claro es que cuando decimos que algo nos gusta, no nos gusta porque sí, nos gusta porque hay
factores que nos lo determinan; e inevitablemente me pregunto, ¿Que sucede con el libre
albedrío?. |